LOS PATRONES
Antes de comenzar el maravilloso
viaje hacia tu éxito absoluto debes descubrir cuáles son tus patrones, tu
programación previa hacia la vida en general que has recibido y adquirido a
través de tu educación casera, tus vivencias y experiencias. Así pues, esta
programación, educación y experiencia son quienes finalmente determinan quién
eres tú, cómo piensas, cuáles son tus creencias, cuáles son tus hábitos y tus
rasgos de carácter, cómo te sientes realmente con respecto a ti mismo, cómo te
relacionas con los demás, cuánto confías en los demás, si sientes
verdaderamente que mereces la abundancia y el éxito en todos los sentidos, cual
es tu actitud para actuar a pesar del miedo, a pesar de las preocupaciones y a
pesar de los inconvenientes, y si eres capaz de actuar cuando no estás de humor
para hacerlo.
El hecho es que tu carácter, tu
forma de pensar y tus creencias constituyen una parte fundamental de lo que
determina el nivel de tu prosperidad en todos los sentidos de tu vida.
En la mayoría de los casos nuestra
manera de pensar y de vivir se debe a nuestra educación, a la programación que
hemos recibido por parte del entorno que nos rodeaba, en este caso de los
padres, hasta los primeros cuatro años de nuestra vida. Sí, sí, puedes creerlo
o no pero estos primeros cuatro años son decisivos para el crecimiento personal
de cada niño. Muchas personas adultas, por desgracia, están convencidas de que
los niños pequeños, a esta edad, no entienden nada y que no les afecta nada lo
que sucede a su alrededor. Como consecuencia de esta creencia equivocada a
menudo se pelean enfrente de los niños, se insultan, o sueltan verdaderas
diarreas verbales frente a los mismos.
El vocabulario no apropiado
Las personas que tienen este tipo de
creencia equivocada creen que es gracioso y muy divertido decir a un niño
pequeño que es gordo, feo, tonto, inútil y muchas otras estupideces. Les
“obligan” a aprender un vocabulario rudo y vergonzoso (tacos, insultos,
palabrotas) porque les parece muy divertido cuando un niño pequeño, digamos de
unos tres años, repite estas palabras sin conocer su verdadero significado. Lo
que estas personas tan “inteligentes” no saben es que este tipo de palabras se
convierten en vocabulario habitual de este niño. Luego, cuando el niño crece y
sigue utilizando este vocabulario rudo le castigan por lo mismo, a pesar de que
son ellos quienes le han enseñado y obligado a aprender estas palabras.
Yo era uno de estos niños a quienes
les enseñaban contar chistes verdes, decir tacos y palabrotas, insultar a la
gente y mucho más que aquí no quiero ni mencionar. Luego, con los años, cuando
iba creciendo y utilizaba este vocabulario como algo normal y habitual me
castigaban por haberlo hecho. Yo no entendía este cambio en su comportamiento
hacia mí. Yo no hacía nada diferente de lo que ellos mismos me habían enseñado.
Entonces, ¿por qué me castigaban? Me decían que me castigaban porque este tipo
de vocabulario no era el más apropiado para un chico de ocho o nueve años.
Tengo una información para todos
estos adultos tan “listos”: ¡ESTE TIPO DE VOCABULARIO NO ES APROPIADO PARA
NADIE! Si no quieres que tu niño diga tacos, palabrotas e insultos, ¡no le
enseñes estas cosas! No te equivoques, un niño desde el nacimiento percibe y
absorbe todo lo que sucede a su alrededor. A mí me ha costado mucho tiempo,
esfuerzo y trabajo liberarme de este tipo de vocabulario y no utilizarlo en mi
día a día (en ocasiones especiales sí que lo utilizo, pero solo en ocasiones
especiales).
El no saber ahorrar
Mis padres vivían y trabajaban en
Alemania, a mi hermana y a mí nos cuidaba mi abuela en Serbia (ex Yugoslavia).
A pesar de que nuestros padres trabajaban en Alemania, en este tiempo un país
de mucha abundancia, no ganaban mucho dinero. Mi padre era un vividor, un
mujeriego que se gastaba todo su dinero en los bares, en apostar, en los juegos
y otras mujeres, por lo tanto mi madre fue la única que ahorraba dinero de sus
ganancias (que tampoco era mucho) y lo enviaba a mi abuela para nuestras
necesidades. Nunca había dinero suficiente para poder permitirnos algún lujo,
como por ejemplo unas vacaciones, que para la gran mayoría de mis amigos y
compañeros del cole era algo normal. Como niño yo nunca tuve una bicicleta,
ropa de marca o algo tan simple como juguetes comprados en una juguetería. El
dinero que mi madre nos enviaba era el justo para cubrir las necesidades
básicas. Recuerdo muy bien, cuando mi hermana seguía creciendo y convirtiéndose
en una chica joven, sus necesidades crecían proporcionalmente con los años y
los cambios que experimentaba. Le compraban vestidos, ropa más moderna, zapatos,
bolsos, joyas (no de demasiado valor, pero joyas), le daban dinero para las
salidas, etc. Comparando con eso me parecía a mí que mis necesidades se
quedaban atascadas en lo de siempre y/o disminuían. Salir por ahí, ir al cine y/o comprarme un helado
o algo de chuches no era posible, porque nunca había suficiente dinero.
A pesar de que conscientemente esto
a mí me daba igual y no me interesaba mucho, yo me apañaba muy bien con lo que
tenía, subconscientemente se grabó un patrón en mi mente. El patrón de: “PARA
TI Y TUS NECESIDADES NUNCA HAY DINERO Y A CAUSA DE LO MISMO NUNCA TENDRÁS LO
QUE DESEAS.”
Convirtiéndome en un adulto y
empezando a trabajar y ganar mi propio dinero comencé a permitirme todos los
lujos y caprichos que como niño nunca me pude permitir. Compraba y gastaba el
dinero ganado como que no existiese un mañana. Gastaba mucho y gastaba rápido.
Me compraba cosas y más cosas, que en este momento tampoco eran necesarias ni
de gran utilidad. Pero como subconscientemente estaba dirigido por el patrón de
que no había dinero para mí, me lo gastaba todo para satisfacer mis caprichos
de la infancia.
Como consecuencia, nunca ahorraba,
ni lo sabía hacer. Primero por el miedo a que si no me compraba alguna cosa el
dinero desapareciera y no me lo pudiera permitir y por otro lado, nadie me había
enseñado a ahorrar. Así que a menudo me quedaba a la mitad del mes sin blanca y
otra vez vivía en la escasez. Después de muchos años y después de haber
descubierto mi patrón de no ahorrar, por fin aprendí cómo ahorrar y además
aprendí cómo invertir y aumentar mi riqueza económica. Ahora sé que este patrón
que me ha condicionado más de treinta años era un patrón falso y que se puede
cambiar por otro mejor.
No ser suficientemente bueno
Muchos adultos, especialmente muchos
padres creen que los niños no saben nada, que son unos tontos y por lo tanto no
les dejan hacer nada que conlleva una responsabilidad. No les dejan
experimentar con su entorno ni les dejan cometer sus propios errores. Siempre
hacen las cosas por ellos y sueltan frases como: “Déjalo, esto lo hago yo, tú
no lo sabes hacer.” o “Es un niño. No le dejes hacer esto, él no tiene ni idea de
cómo se hace.” o “Un niño es demasiado tonto para poder hacer cosas que
conlleven responsabilidad.” y así sucesivamente. No se dan cuenta de que ellos
mismos (los adultos, los padres) son quienes hacen de estos niños unos idiotas
y unos tontos. En vez de ayudarles y enseñarles cómo hacer las cosas y dejarles
hacer hasta que aprendan, les quitan toda la posibilidad de crecer personal e
intelectualmente. Y lo que es peor, estos adultos están convencidos de que
hacen lo correcto.
A través de este comportamiento
ignorante y prepotente, por parte de los adultos, en el subconsciente de los
niños se crea el patrón de que no son lo suficientemente buenos para nada en la
vida. Y este patrón tan peligroso les condicionará toda la vida. Una persona
condicionada por este patrón siempre pensará que es tonta, un idiota, un
imbécil (así dicho) y nunca se atreverá a hacer cosas grandes, cosas
excepcionales. Siempre se quedará atascado en la mediocridad por el miedo a no
ser suficientemente bueno para hacer algo mejor en la vida y nunca sacará su
verdadero potencial a la luz. Y así lo hunden en la miseria.
La comparación, la envidia y los celos
Este es uno de los patrones más
peligrosos que existen. Muchos padres creyendo que lo hacen bien y queriendo
motivar sus niños a sacar lo mejor de sí mismos, lo hacen fatal comparando a sus
niños con los demás. Utilizan frases como: “Mira Fulanito cómo lo ha hecho.
¿Por qué no lo haces igual?” o “Mira, Fulanita obtiene mejores notas que tú.
Esfuérzate más para ser mejor que ella.” o “No te puedes permitir no ser mejor
que Pepe. Tienes que ser mejor que él.” y así sucesivamente.
A través de este tipo de
comportamiento tan inútil, estos padres crean en el subconsciente de sus niños
el patrón de la comparación, de la envidia y de los celos. Estos niños se
convierten en unos adultos envidiosos y celosos, siempre comparándose con otras
personas y no son capaces de sacar lo mejor de ellos mismos. Nunca aprenderán
que cada persona es única y diferente, y que no hay razones para compararse con
los demás. Cada persona tiene su propio don y su propia cualidad. Cada persona
es buena en algo.
Echar la culpa a los demás
Cuando un niño pequeño, digamos de
un año de edad, está andando por la casa y por casualidad se golpea la cabeza
contra la mesa y empieza a llorar, porque evidentemente se ha hecho daño, la
mayoría de los padres salta, coge al niño en brazos y le dice “Mesa mala. Vamos
a pegarle porque te ha hecho daño.” El niño, en este momento, no entiende o no
sabe que la mesa es tan solo un objeto estático, sin posibilidades de moverse
por sí sola y que está puesta en este sitio por los mismos padres, y acepta lo
que le dicen sus padres; “la mesa tiene la culpa y ella me ha hecho daño, no es
culpa mía.” Otra situación es cuando un niño por primera vez monta una
bicicleta con dos ruedas y después de unos cuantos metros se cae y otra vez se
hace daño, los mismos padres llegan corriendo y como unos descerebrados
empiezan a dar golpes a la bici diciendo; “Bici mala. Vamos a pegarle por
haberte hecho daño.”, y el niño otra vez cree lo que dicen sus padres y echa la
culpa a una cosa sin vida propia, en vez de tomar la responsabilidad por error
cometido.
Si verdaderamente quieres ayudar y
apoyar a tu niño para que aprenda a tomar decisiones correctas y la
responsabilidad por sus actos, debes dejar de enseñarle que la culpa de sus
“errores” la tienen los demás o las cosas que le rodean. Sé que la mayoría de
los padres lo hacen con muy buena intención y para proteger a sus niños, pero
esto no lleva a nada bueno, al contrario, los niños a través de este
comportamiento por parte de sus padres aprenden que no importa qué errores
cometan en la vida, la culpa siempre hay que buscarla en los demás y no tomar
la responsabilidad por sus propios actos. En vez de golpear y pegar a las
cosas, enseña a tu niño a prestar atención por dónde se mueve y cómo mantener
el equilibrio montando una bici con dos ruedas. Enséñale a tomar sus propias
decisiones y la responsabilidad por las mismas, enséñale que cada decisión
tomada conlleva una consecuencia, positiva o negativa, dependiendo de la
decisión que tome. Enséñale a que sea una persona responsable y justa consigo
mismo y con los demás, y que no busque culpables por los errores cometidos por
él mismo. Enséñale que de cada error cometido se puede sacar un valioso
aprendizaje del mismo para el futuro.
Y estos son tan solo algunos de los
patrones negativos que existen. También existen los patrones del miedo, de la
competencia, de mentir, de violencia, de estafar, del odio, de desprecio y muchos, muchos
más. Los patrones negativos no sirven para nada, excepto para destruir a una
persona desde el principio de su vida.
Para todos los adultos y para todos
los padres tengo una información, tal vez increíble para ellos: Antes de nacer
los niños perciben todo de lo que sucede a su alrededor. Las palabras,
emociones, gritos, risas, música, lagrimas, violencia, amor, respeto, abrazos,
mimos y cariños, besos, etc., todo esto perciben los bebes unos meses antes de
salir de la tripa de su madre. Y todo lo que perciben en los primeros cuatro
años se les graba directamente en su subconsciente. Si los padres están
nerviosos, el niño está nervioso. Si los padres ríen, el niño ríe. Si los
padres se pelean, el niño pelea. Si los padres son tranquilos y equilibrados,
el niño se comporta de la misma manera. Si los padres son violentos, el niño
acude a la violencia. Si los padres se despiertan y se levantan cantando, el
niño cantará.
“Un día un padre le dijo a su hijo – Ten cuidado por
dónde caminas. – y el hijo le respondió – Ten cuidado tú, recuerda que yo sigo
tus pasos.”
Proverbio
Así lo define Antonio Blay – Investigador de la naturaleza
humana y del desarrollo de su potencial interior.
Cuando somos pequeños
se nos va educando y educar consiste en que se nos vaya diciendo lo que hay que
hacer, cómo hay que hacerlo y lo que no hay que hacer. El niño va aprendiendo
eso que se le enseña, pero no solamente lo aprende sino que lo acepta tal como
se le da, es decir, como la verdad y el bien. De manera que el niño, como ve
que si hace aquello le sonríen, si no lo hace aquello le miran mal, le regañan
o le castigan, el niño va adquiriendo una convicción de que él vale en la
medida que es el modelo. O sea, el niño se identifica a sí mismo como valor en
tanto que modelo y en tanto que modo particular de ser.
Es importante ver
claro esto, es la clave interna.
Por tanto el niño no
se siente aceptado por el hecho de que él es él, de que él es un ser, de que él
es un foco de inteligencia, un foco de amor, un foco de energía, de que él es
una individualidad central aparte de cualquier modo de ser, sino que el niño
aprende que solamente se le valora, se le considera en medida que él es o no un
modo particular de ser y está de acuerdo o no con el modelo que se le da. Por
lo tanto, el niño va aceptando esta idea que se le da de que él no vale como
ser, sino que su único valor está en su modo de ser, de que él no es; él es o
bueno o malo, o listo o tonto, pero él-ser, él-es, esto no existe, no tiene ningún
valor. Y esto es muy importante porque el ser, este foco de inteligencia, de
energía y de afectividad, es algo central en el niño, en todo el mundo, es algo
central que surge del fondo, del fondo de la mente, del fondo de la
afectividad, del fondo de la energía, de todo el eje del cuerpo.
Pero, en cambio, el
modo de ser se adquiere a través de la mente concreta. Y en la medida que el
niño acepta que su valor está en el modo de ser, necesita retener el modelo con
su mente concreta, provocando la progresiva desconexión de su fondo natural.
O sea que el niño se
desconecta de su fondo de energía, de su fondo de vitalidad, de donde surge la
capacidad combativa de vivir, de jugar, de expresar sus necesidades vitales, es
decir que al situarse en el sector más exterior de la mente se desconecta del
fondo donde está su propia fuente de energía vital y por lo tanto su propia
conciencia de seguridad como ser concreto. Se desconecta pues de esta
seguridad, se desconecta también de su fondo afectivo, su fondo afectivo de
donde está fluyendo toda su capacidad de amar, de gozar, de felicidad. Y se
desconecta también de sí mismo y de actuar en función de lo que ve; Es decir
que se desconecta de su capacidad de evidencia y entonces todo él empieza a
vivir a partir de esta fachada, del modo de ser “¿Soy realmente del modo que me
dicen? Porque sólo así conseguiré aprecio, valoración, afecto, seguridad.”
La desconexión de
este fondo de seguridad, de este fondo de felicidad, de este fondo de
evidencia, impide al niño que viva directamente, en su fuente, estas cualidades
básicas, obligándole a proyectar en el exterior. Entonces estará exigiendo que
el exterior – cuando uno es pequeño, la madre (los padres), pero luego, en
general, el mundo -, le dé seguridad, que el exterior le dé felicidad, que el
exterior le dé la información que ha de aceptar. Al alejarse de su fondo
natural, el niño, eso que no vive directamente, porque se va desconectando de
ello, lo proyecta al exterior y espera que el exterior supla esas necesidades
buscando fuera de él esa seguridad, esa felicidad y esa evidencia que antes
surgían de su interior…
Así pues el niño
proyecta al exterior lo que corresponde a su fondo. Al no vivirlo directamente
en el fondo, pero al haber la necesidad de ello, lo proyecta al exterior y
entonces es cuando está exigiendo que su madre (sus padres) le dé la felicidad,
le dé seguridad, le dé certeza en cuanto a las ideas, en cuanto a la
información.
Entonces el niño,
todo él, está esperando que el exterior le dé esa plenitud, esa seguridad y esa
certeza. Fijaos que él se ha desconectado del fondo para asegurarse el afecto y
la aceptación del exterior, pero, entonces ¿qué pasa cuando el exterior, por lo
que sea, en un momento dado no le da felicidad, no le da afecto, no le da
seguridad, no le da certeza? El niño se ha desconectado de su fondo de donde
podría surgir la respuesta natural, óptima, a cada situación, y está viviendo
en su centro artificial; pero el exterior le niega el afecto, la felicidad, la
seguridad. Entonces el niño se encuentra sin soporte central y sin soporte
exterior y por unos momentos se encuentra totalmente aislado, desconectado, en
una soledad total; es el estado de angustia fundamental, y esta angustia es
triple, porque todo está funcionando en cada nivel; hay la angustia mental de
que él creía que actuando de un modo tenía seguro “si soy bueno me querrán”.
Pero a veces él cree ser bueno y las cosas no funcionan bien, entonces el niño
tiene una inseguridad total en el aspecto mental, “no sabe”, aquello que le
parecía claro, aquella información que tenía, que se había formado, falla y
aparece una angustia en el aspecto mental. Es lo que luego se vivirá como
angustia de identidad; “¿quién soy yo?, o ¿qué he de ser yo?”. Ésta es la base
de la angustia de identidad.
En el aspecto
afectivo el niño siente que no recibe afecto y el niño pequeño necesita el
afecto como necesita el aire y necesita los alimentos. Entonces vive una
angustia de abandono, de soledad afectiva. Fijaos que esto se produce aunque
sea por unos momentos que le falle el exterior, porque esta necesidad afectiva
la tiene permanentemente y cuando en un momento determinado el exterior no se
le da, es suficiente para provocar la aparición de la angustia. Por tanto aquí
tenemos la segunda vertiente de la triple angustia, esto es, la angustia de
abandono, de soledad, de frustración afectiva.
La tercera vertiente
se manifiesta en el aspecto de energía. El niño, ante esta situación de
inseguridad y de abandono se ve incapaz de poder hacer nada, se siente
impotente. Es la angustia de impotencia. Siempre se halla presente esa triple
angustia; lo que sucede es que en unos casos se manifestará más en un aspecto
que en otro, pero siempre se hallan los tres aspectos, la angustia de
identidad, la angustia afectiva, de abandono, y la angustia impotencia o de
capacidad de hacer para solucionar las cosas.
El niño en esos
momentos de angustia tiene un llanto desgarrador. Muchas veces los mayores no
están atentos, porque están tan acostumbrados a que el niño llore por tantas
cosas que no distinguen un llanto de otro y este llanto es desgarrador, no
porque el niño grite mucho, sino porque está surgiendo de una desesperación. Y
muchas veces, por desgracia, la madre (los padres) o el educador en general,
utilizan deliberadamente esta angustia para forzar una obediencia: “no te
quiero”, ”si no haces esto no te quiero”, “ya te puedes ir” y cosas así. ¿Por
qué?, porque para la madre (los padres) sigue siendo más importante el modo de
actuar que el ser profundo del niño. Y ¿por qué para la madre (los padres) eso
es más importante? Porque ella se vive a sí misma, también, de esa manera; ella
lo que quiere es ser buena madre, y buena madre es que el niño coma y que el
niño se comporte bien y que sea limpio, y ese modo de ser sigue siendo lo más
importante. Y como ella vive así, lo transmite así, lo traslada así, lo
contamina así. Y estamos recibiendo, por inducción, todos los problemas básicos
que se van sucediendo de generación en generación…
(Para más información sobre el tema y una explicación más
amplia lee el libro “SER – Curso de psicología de la autorrealización” de
Antonio Blay)
Los niños absorben y copian su
entorno, y si tú quieres y ves la necesidad de educar bien y de manera correcta
a tu niño, en vez de dejarle que se desarrolle por sí mismo y como su propia
naturaleza le dirige, entonces debes ser un buen ejemplo para él. Debes ser una
persona equilibrada, tranquila, una persona llena de amor, bondad y gratitud,
una persona justa, sincera y honesta, debes ser una persona feliz y una persona
segura de sí misma. Así, y solo así, darás un buen ejemplo a tu niño que pueda
seguir. Deja a tu niño que experimente y descubra su alrededor por su propia
cuenta (siempre con un ojo vigilando para que no se ponga en un gran peligro),
déjale que cometa sus propios errores, despierta su curiosidad por el mundo.
Acéptale, respétale y ámale por como es, por su YO verdadero y no por lo que tú
quieres que sea. Así crearás en su subconsciente unos patrones positivos, unos
patrones creadores, unos patrones que le ayudarán para que pueda superar
cualquier obstáculo en la vida y que pueda convertir cualquier sueño en
realidad. Si lo haces de la manera contraria crearás en él patrones negativos,
patrones destructores, creencias limitadoras, pensamientos negativos y le
destruirás el futuro antes de que haya empezado a vivir.
Hay que tener mucho cuidado con las
palabras con las cuales nos dirigimos a nuestros niños, porque estas palabras
pueden tener mucho peso en las vidas y en el futuro de los mismos. Cuidado con
los juicios de los actos que puedan realizar, si tienes algo que juzgar o
criticar, juzga o critica la acción cometida y no a la persona. Frases como:
“Eres torpe, porque has roto un vaso.” o “Eres un inútil por no saber hacer eso
o aquello.” o “Eres tonto por no ser capaz de aprender una lección.” o “Eres
malo, porque no obedeces lo que te digo.”, estas frases, y otras parecidas, son
críticas y prejuicios sobre la persona y no sobre la acción cometida. Un niño
nace sin prejuicios, sin maldad, lleno de amor, de felicidad, de afecto, de
energía positiva, de seguridad en sí mismo, de curiosidad por lo que le rodea y
de genialidad. Y si nosotros, en vez de juzgar y criticar los actos cometidos
atacamos a su yo interior, su verdadera personalidad, creamos en la mente de
los niños la idea de que ellos son malos, torpes, tontos, inútiles y todo
aquello que no tiene nada que ver con su verdadero ser.
Gracias a estos adjetivos negativos
e inútiles para una buena educación, y a estas ideas falsas sobre uno mismo los
niños empiezan a aceptarlas y comportarse de la misma manera como los describen
los adjetivos. En muchos casos y con los años, muchos de ellos se rebelan
contra esta idea y empiezan a crear el “yo
ideal”. Y el “yo ideal” es todo lo contrario de “yo idea”. Si te han dicho que eres tonto y de corta inteligencia
en tu infancia, tu “yo ideal” será convertirte en una persona muy inteligente y
estudiosa. Si te han dicho en la infancia que eres malo, tu “yo ideal” será
convertirte en una persona buena, bondadosa, una persona que ayuda a los demás.
Si te han dicho en la infancia que eres un inútil en el manejo del dinero y un
fracasado, tu “yo ideal” será convertirte en una persona con gran éxito y muy
rica. Sea cual sea tu “yo idea”, lo que te han dicho lo que eres, y tu “yo
ideal”, la persona en la cual te quieres convertir, debes saber que ni el “yo
idea” ni el “yo ideal” no tienen nada que ver con tu verdadero YO.
Estos son tan solo los patrones
creados por el exterior, por las personas que nos rodean y que quieren, con
buena o mala intención, consciente o inconscientemente, dirigir nuestro comportamiento
y en muchos casos nuestra vida. Por suerte los patrones negativos se pueden
cambiar por patrones positivos.
Para descubrir cuál es tu “yo idea”,
patrones creados por el exterior, debes saber, repito, que es todo lo contrario
de tu “yo ideal”, la persona en la cual te quieres convertir o la persona en la
cual te has convertido. Rebobina la película de tu vida hasta tu infancia y
recuerda ¿cómo y de qué manera se comportaban las personas que te rodeaban
hacia ti? ¿Qué te decían? ¿Cómo te trataban? ¿Te criticaban y juzgaban
permanentemente, o te prestaban toda la atención y te daban todo el amor que te
merecías? ¿Te dejaban experimentar y descubrir el mundo por ti mismo, o te
decían lo que tenías que hacer y esperaban tu ciega obediencia? Y si tu vida en
tus ojos es un verdadero fracaso y crees firmemente que eres un verdadero
perdedor, pregúntate, ¿por qué se ha convertido tu “yo idea” en tu “yo de hoy”?
¿Crees de verdad que estás condenado a ser un perdedor para toda la vida?
Créeme, nadie está condenado a ser un perdedor para toda la vida, a no ser, que
tú mismo lo quieras.
Para descubrir quién eres
verdaderamente debes conectar con tu “verdadero
yo interior”, con tu “yo principal”, debes conectar con tu “yo al nacer”.
Esto puede sonarte un poco raro: “¿Qué significa – conectar con mi yo al nacer
– y cómo puedo descubrir cuál es mi yo al nacer?” Para poder descubrir cuáles
son tus “yo idea”, tu “yo ideal” y tu “yo al nacer” hay, desde mi punto de
vista, tres posibilidades. La primera es, leerte y estudiarte bien el libro “SER – Curso de psicología de la
autorrealización” de Antonio Blay. En este libro descubrirás paso a paso
todo lo necesario para encontrarte, conectar contigo mismo y autorrealizarte.
La segunda posibilidad será, aprender a meditar y a través de una meditación
profunda entrarás en contacto con tu mundo interior y con tu verdadero ser. Y
la tercera posibilidad es, pedir ayuda a un profesional que, a través de
distintas técnicas de acompañamiento y apoyo mental y psicológico, te puede
ayudar para que por fin puedas descubrir quien eres de verdad. Una vez
conectado con tu "yo al nacer" descubrirás que el "yo principal" de todas las
personas de este mundo esta lleno de amor, de afecto, de felicidad, de
seguridad en uno mismo, de energía positiva, de un gran potencial para lograr
cualquier cosa que nos propongamos en la vida.
Ahora bien. ¿Sabes cuáles son tus patrones
negativos por los que diriges tu vida? ¿Sabes cómo los has adquirido? Si lo
sabes, cámbialos por patrones positivos. No dejes que estos patrones destruyan
tu vida. Y si no lo los conoces, estúdiate bien y descúbrelos. Tal vez, tus
padres te crearon unos patrones negativos convencidos de que lo hacían correctamente, o tal vez por no haber sabido hacerlo mejor, pero tú ahora sabes
que estos patrones se pueden cambiar y que puedes mejorar tu manera de vivir.
Todos derechos de este texto están reservados para el autor.
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